Hace ya algún tiempo, cuando era sólo un niño (aunque ahora dicen que también lo soy) esperaba con ansia para ver salir esa humilde borriquilla que portaba sobre sus lomos a un hombre maduro con barba al que llamaban Jesús. Mis padres me explicaban que Él era Dios que se había echo hombre para estar con nosotros y que había querido ser pobre para estar cerca de todos. Con el tiempo caí en sus redes y estoy aquí no sobre la borriquilla, pero sí debajo, llevando al Maestro en mi cérvix y sobre todo en mi corazón. Maestro cómo has cambiado, mis antepasados te conocieron así:
Con el paso del tiempo me fuiste cayendo mejor, no sé si era por la borriquilla, o por el gentío que te seguía continuamente, por entonces te representaban todas las hermandades, y un perro pastor alemán iba abriendo paso a la procesión delante de la banda de la O.J.E. Pero claro los ojos de niño iban creciendo y ya te veía de otra forma
Fuera como fuese siempre has ido escoltado y lleno de incienso y cariño aunque sólo fuera por entonces de unos pocos pero los que no faltaba nunca era tu presencia
Una nube de incienso limpiaba el aire para esperarte, para limpiar el camino... para la espera de tí, algo nos faltaba, hasta que con el cambio de siglo llegaste tú
No puedo decir otra cosa, nos cautivaste, tus ojos se clavaron en nosotros para decirnos: Bendito el que viene en nombre del Señor.
Y sí que vino la mañana, el olor a azahar, el canto de los pájaros anunciaban que un frío día de diciembre que un bendito día de la Inmaculada, viniste tú limpia de mancha, luz de la mañana, madre celestial
y entonces volví a ser niño,
he creído que todo era posible, que todo lo que pensemos se puede realizar, pero sólo si estamos juntos si
somos una gran familia
y amigos contra esto
NO HAY DIABLO QUE NOS GANE
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